Anibal la novela de cartago pdf




















Download Free PDF. Sole Lanza. A short summary of this paper. Download Download PDF. Translate PDF. Es por lo anterior que no dude al escoger el tema de este ensayo, tengo mucho interes en investigar y en encontrar argumentos para responder a tantas preguntas que hay en torno a este personaje. Gredos Madrid, Editorial Lectourum ,Mexico Editorial Gredos, Madrid Ediciones B, S.

Estas negociaciones con los mercenarios se confiaron a los nuevos sufetas, gente del partido de Hannn, inexperta en el trato con los brbaros. Slo consiguieron soliviantarlos y volverlos recelosos. Los mercenarios sospecharon que la Balanza, cuy a cicatera conocan muy bien, puesto que la haban padecido a lo largo de la guerra, intentaba deshacerse de ellos licencindolos con vagas promesas de recompensas futuras. Por otra parte, las cuentas de los pagadores no coincidan con las de la Balanza.

Pero a qu alargarme con detalles de todos conocidos? Los mercenarios se sublevaron, saquearon aldeas indefensas en torno a Sica, despedazaron a los heraldos de la Balanza, enterraron vivos a setecientos prisioneros y perpetraron toda clase de tropelas y crueldades.

Tambin se apoderaron de las penteras fondeadas en el Cotn y las anclaron en la bocana del puerto mercante, bloquendolo. La ciudad qued aislada y sitiada tanto por tierra como por mar. Mientras estos sucesos ocurran, mi padre se haba apartado de todos sus cargos y viva recluido en el palacio brquida, aparentemente consagrado a la administracin de su hacienda. Ni siquiera asista a las sesiones de la asamblea, de la que era miembro vitalicio. Ocupaba sus das en inspeccionar los graneros, talleres y lagares de la casa, en revisar las cuentas de los may ordomos, en tomar las decisiones que el prudente Abdaln haba aplazado hasta su regreso.

Yo era como una sombra que lo segua a todas partes, en admirativo silencio. Y cuando l se ausentaba, buscaba la compaa de los mercenarios que Amlcar haba tomado para el servicio de la casa. Estos hombres, fieles veteranos de la guerra siciliana, habitaban en el espacioso patio inferior, frente a las caballerizas.

All hacan vida de campaa como si estuvieran an en la isla. Comparta con ellos sus espesas gachas militares y asista boquiabierto a sus ruidosos entrenamientos.

Me haca instruir en las fintas reglamentarias de lanza y de espada as como en las paradas con el escudo o con el chuzo. Estos juegos complacan a mi padre. No as a mi madre, que juzgaba inadecuada la influencia que sobre m ejercan aquellos salvajes y se horrorizaba de la jerga castrense que aprenda de ellos, completamente inadecuada, segn ella, para el vstago de la ilustre familia Barca. Intentaba hacrselo comprender a Amlcar con esa femenil insistencia con que las mujeres persiguen sus objetivos.

Amlcar, no te parece que Anbal debiera pasar menos tiempo con los mercenarios? Cada da regresa perdido de piojos. No hay gloria sin piojos era la seca respuesta de Amlcar. Un Barca debe acostumbrarse a ellos. Mientras tanto la ciudad estaba angustiada. Los famlicos y obstinados rebeldes acampaban y a delante de sus muros, pacientemente empeados en.

La Balanza recurri nuevamente a Amlcar. Lo pusieron al frente de las escasas tropas que haban permanecido leales a Cartago. Omitir el relato de la victoriosa campaa de mi padre, tema sobre el que y a compuse un ensay o bajo la direccin de Sosilos. Con un ejrcito muy inferior al mercenario, se enfrent a los rebeldes y los aniquil.

Fue clemente con los que se le entregaron. Alist en sus filas a los menos comprometidos y envi a Cartago, cargados de cadenas, a los cabecillas de la rebelin. Recuerdo muy bien la euforia de aquellos das.

Abdaln me llev con l cuando los criados y esclavos de la casa bajaron a ver a los caudillos de la rebelin. Les haban sacado los ojos y los haban crucificado a lo largo del arrecife que conduce a la puerta de Birsa.

Era un espectculo cruel y aleccionador. La revuelta de los mercenarios acarre nefastas consecuencias para Cartago. Al acabar la guerra de Sicilia, la ciudad dispona todava de una fuerza de sesenta mil hombres. Ahora, con esa fuerza aniquilada, Cartago estaba indefensa. En tales circunstancias, Roma mostr la medida de su perfidia: vulnerando vergonzosamente los trminos del armisticio, nos arrebat Crcega y Cerdea y aument arbitrariamente la indemnizacin de guerra en otros mil doscientos talentos de plata.

Cartago tuvo que aceptar este nuevo atropello ante la amenaza de ver invadido su territorio. Esta alevosa romana aliment en mi padre un sordo resentimiento que perdurara hasta su muerte.

Para l, educado en aquella puntual observancia de los pactos que caracterizaba a la aristocracia comercial pnica de su tiempo, resultaba impensable que un Senado que se proclamaba elegido entre los ms honorables e ilustres ciudadanos de Roma, pudiera tergiversar tan desvergonzadamente los trminos de un acuerdo.

Si bien, como a menudo nos recordaba Amlcar, los romanos nunca se han caracterizado por acomodar sus conductas a lo que es honorable, sino tan slo a lo provechoso. El pueblo aclamaba a Amlcar como vencedor de los rebeldes y salvador de Cartago, pero ante la Balanza su posicin era delicada. Algunos senadores queran aliviar sus conciencias de los errores del pasado culpndolo de los descalabros de Sicilia; incluso haban intentado acusarlo de malversacin de fondos pblicos, pero esta mocin no lleg a prosperar.

De todos era bien conocido que Amlcar haba recurrido incluso a su fortuna particular para subvencionar aquellos gastos a los que el escaso presupuesto de la Balanza no alcanzaba. A pesar de todo segua teniendo de su parte a muchos senadores que se empearon en votarlo como sufeta anual. El discurso de Amlcar ante la Balanza fue memorable. Ilustre asamblea dijo , comparezco ante vosotros no para dar cuenta de mi irreprochable proceder cuando estuve al mando de Sicilia; tampoco para reclamar la recompensa debida a mis servicios pasados; ni siquiera para acusar a los senadores aqu presentes que, por mala fe o torpeza, han sido los causantes de los males que afligen a Cartago.

Comparezco ante vosotros para tratar del futuro. Cartago ha perdido sus mejores colonias, ha perdido sus rutas comerciales ms activas, sus ms prsperas factoras y hasta su granero siciliano. El trigo y el aceite de Sicilia tienen que ser reemplazados ahora por los que ciertos terratenientes de frica venden a un precio mucho ms elevado. Los aludidos intercambiaron silenciosas miradas pero ninguno se atrevi a replicar: saban perfectamente que la prdida de las colonias favoreca sus intereses particulares.

Cartago prosigui mi padre , lo sabis de sobra, no podr subsistir sin sus colonias de ultramar. Los que tenemos cargas en el mar tendremos que repasar cuentas, buscar nuevos puertos, abrir nuevos mercados, nombrar nuevos agentes.

Y adems tendremos que satisfacer nuestra parte en el abusivo impuesto romano. Esto nos condena a la estrechez y quiz a la pobreza si no conseguimos estimular el comercio y restaurar la prosperidad de antao.

Pero adnde dirigirnos en busca de esos nuevos mercados? Las tierras del Norte son dominio de Roma o de los griegos. El Levante est ocupado por estados ms poderosos que el nuestro. En el Sur slo encontraremos chacales y arenales sedientos. No tenemos opcin: solamente nos queda el Poniente.

Hizo Amlcar una pausa que Hannn, su viejo enemigo, aprovech para intervenir: Adnde nos quieres conducir, ilustre Amlcar? Los terratenientes, a los que tanto desprecias, estamos ansiosos por escuchar al invencible estratega que ahora pretende dirigir las finanzas de la repblica y nos va a revelar pinges e ignotos mercados. Amlcar ignor el tono impertinente de las palabras de Hannn y respondi: Os quiero conducir a Hispania. Todos estaris de acuerdo conmigo en que no nos ha quedado otra ruta abierta para el comercio.

Muchos de vosotros que me escuchis hacais buenos negocios en Hispania antes de su rebelin. No os propongo que os esforcis en recuperar aquella tierra para compartir despus vuestras ganancias con los desposedos de otros mercados. Lo que os propongo es que lleguemos a donde nuestros padres no osaron llegar, que ampliemos los dominios hispnicos de la antigua colonia para que los metales fluy an hacia Cartago en una abundancia hasta ahora desconocida, en una cantidad que no slo bastar para satisfacer el impuesto romano sino que, adems, acrecentar nuestros ingresos, henchir nuestros almacenes y devolver a esta ciudad toda la prosperidad perdida en las horas aciagas.

Quimeras imposibles! Y dirigindose a sus seguidores exclam : Amlcar sabe muy bien que an en el supuesto de que pudisemos recuperar sus colonias, Hispania est tan explotada que no producir ni un talento ms de los acostumbrados! No me refiero a la docena de apticas colonias que poseamos antes de la insurreccin prosigui Amlcar en su tono pausado.

Hablo de las que fundaremos no slo en la costa sino en el interior del pas, en las fuentes mismas de la plata, del minio y del esparto. Hablo de las minas que podremos explotar directamente si conquistamos toda esa tierra. El que no pudo defender Sicilia, habla de conquistar nuevos territorios?

Mi padre siempre abrig deseos de retorcer el graso y corto pescuezo de Hannn, pero era hombre paciente y corts y, como buen estratega, haba aprendido a dominar sus impulsos. Ignor una vez ms la provocacin de su adversario y prosigui su discurso. Expuso precisa y minuciosamente su plan ante el Senado en un parlamento que dur toda una tarde, adobado por ocasionales interpolaciones de Hannn o de sus seguidores, a pesar de las cuales los argumentos de mi padre iban disipando los ltimos recelos de los indecisos.

En vano ensay Hannn el repertorio de sus acostumbradas argucias parlamentarias. Cuando Amlcar dio por terminado su informe recibi una larga ovacin. Luego su propuesta se puso a votacin. Ms de las tres cuartas partes de la asamblea apoy aban el proy ecto. La discusin de los medios que pondran a su disposicin qued aplazada para las siguientes sesiones. Los subsidios fueron irrisorios, como caba esperar. A Amlcar, como luego a m, le negaba la Balanza los medios necesarios para la salvacin de Cartago.

Generosos con las palabras, pero avaros con el pan, como reza el proverbio libio. La Balanza estuvo de acuerdo en que Amlcar deba recuperar las colonias de Hispania y aplaudi su proy ecto de intensificar la explotacin de los recursos que Cartago precisaba, plata para el comercio, madera y esparto para la flota y hombres para el ejrcito.

Pero pretendan que abordase tal empresa con seis mil mercenarios y nueve viejas naves de transporte. Amlcar contaba con la cicatera de la Balanza y con la solapada hostilidad del Gran Consejo. No obstante acept el reto. Se conform con lo que se le daba y puso manos a la obra. Solamente impuso una condicin: que su sobrino Asdrbal Janto, recientemente casado con mi hermana Adabala, fuese nombrado almirante de la flota de Hispania. Como prcticamente tal flota no exista, el Gran Consejo no tuvo inconveniente en otorgar a un Barca la medalla rostrada.

Amlcar trabaj febrilmente durante tres meses, hasta la llegada de la estacin seca. Entonces se puso en camino. Nos pusimos en camino, porque y o lo acompa a Hispania, aunque solamente tena ocho aos. Mi padre deseaba que aprendiera a su lado el oficio de estratega. O quiz presenta que nunca regresara a Cartago y prefiri tenerme a su lado en sus ltimos aos. O quiz, simplemente, barruntaba que si se abatan sobre la ciudad nuevas calamidades, el colegio sacerdotal decretara un sacrificio de primognitos ante Tanit.

Yo era su. Debido a la escasez de medios, los soldados y sus familias marchaban por el camino de la costa mientras que los fardajes lo hacan en las naves.

Eran anchas y pesadas cargueras de parsimonioso navegar, requisadas por el Gran Consejo para dotar la flota de Asdrbal Janto. Sus capitanes, enrolados a la fuerza, por sorteo, de las listas de la Casa del Comercio, no cesaban de refunfuar porque Amlcar no haba dejado espacio para embarcar arqueros. Recelaban de los piratas que, aprovechando la virtual desaparicin de la escuadra cartaginesa, volvan a infestar las aguas lbicas.

Por lo tanto evitaban alejarse de la costa y estaban siempre prestos a realizar la maniobra de varar sus cascarones en la play a ms cercana si vean aparecer por el horizonte una vela sospechosa. En los lugares de acampada, Amlcar haca ahumada para que las naves fondearan y enviasen los equipajes y enseres necesarios.

Los primeros das navegu en la trirreme de Asdrbal Janto, una bella nave pintada de rojo y azul que tena dos grandes ojos egipcios dibujados en la roda. Pero cuando Amlcar supo que pasaba el da echado sobre la borda y vomitando bilis sobre la negra mar, se compadeci de m y me permiti proseguir el viaje por tierra. Mal marino ests hecho, Anbal! No pensars hacerte almirante? Un almirante que se marea!

Qu vergenza para los Barca! No, padre le responda muy serio ; slo quiero ser estratega como t. La aficin militar del hijo del Barca era muy celebrada por los veteranos de Sicilia que constituan la guardia personal de mi padre. Rivalizaban entre ellos por adiestrarme en el uso de las armas, en la disposicin de los pelotones y hasta en los intrincados problemas de la tctica y estrategia, tal como ellos, en su simpleza, los entendan.

De noche me cedan sitio preferente en torno a las hogueras del campamento y celebraban que y o rechazara la carne que me ofreca el cocinero de Amlcar para compartir el militar rancho de tasajo y gachas. Tambin prestaba mi voz a las canciones sicilianas y mamertinas, a cual ms procaz, que daban en cantar a coro cuando estaban borrachos.

Y juraba con el brazo derecho extendido hacia Venus, a la manera militar, y aceptaba sus bromas y saba devolverlas como uno ms, lo que provocaba gran contento entre aquellas gentes sencillas. Amlcar observaba estos juegos con buen semblante, pues su may or ambicin era que sus hijos se aficionasen a la vida de las armas.

Despus de setenta das de marcha a lo largo de las amarillas costas de. Numidia, llegamos al promontorio que llaman Abila desde el que se divisa la tierra de Hispania al otro lado de la lengua de agua que comunica los dos mares. Para entonces el ejrcito de Amlcar haba aumentado a nueve mil hombres, pues muchos nmidas se haban enrolado sobre la marcha.

En Abila cruzamos el estrecho para proseguir nuestra marcha por la costa espaola. Mientras tanto, Asdrbal Janto envi a Cdiz una trirreme con el aviso de nuestra prxima llegada, pues, debido al aumento del ejrcito, bamos escasos de raciones. Quiz sea ste el momento de hablar de Hispania.

En aquella tierra transcurri mi juventud, me form, hice mis primeras armas, encontr esposa y tuve a mi nico hijo. Verdaderamente me siento ms espaol que pnico. Otro de los descubrimientos de mi vejez.

La tierra de Hispania es agreste y hermosa. Se extiende desde los montes pirenaicos hasta el mar de Cdiz. En los tiempos de Dido unos mercaderes fenicios, a los que una tempestad haba extraviado, descubrieron sus costas por casualidad. La llamaron Hispania, que quiere decir conejera , por la gran abundancia de roedores que observaron en ella.

Toda esta tierra es muy montaosa y est poblada de potentes encinares y espesuras en las que, adems del conejo, abundan el oso, el ciervo, el lobo y el jabal.

Pero tambin contiene despoblados desiertos donde no encontraris ms que zarzas, guijarros y sequedad. Muchos y muy diversos pueblos habitan su territorio, aunque, por simplificar, a todos los denominamos espaoles. La parte del sur es la ms rica. La pueblan turdetanos, mastienos y oretanos.

Su gente es prspera, pues en las costas abunda la pesca; en los llanos fluviales, el cereal y la vid; en las montaas, el minio y la plata.

Ms al norte, pasadas las grises sierras de Cstulo, comienzan las tierras altas, pobres y fras, donde viven los fieros celtberos. Las ms importantes tribus son: arevacos, pelendones, lusones, bellos, titos, berones, carpetanos, lusitanos, vacceos, vetones, vrdulos, austrigones y caristios. Es posible que olvide alguna. Ms lejos an estn los olcades y ms all los montaraces galaicos y los astures. Todos estos pueblos se dedican a la ganadera y a la agricultura.

Son mucho ms pobres e incivilizados que los del meridin y levante, a los que a veces sirven como mercenarios. Los espaoles son por lo general de rasgos finos, tez clara y cabellos rizados. Es muy frecuente ver entre ellos individuos de muy armoniosas hechuras y mujeres hermosas. La austera dieta que practican los mantiene esbeltos; el mucho ejercicio de la caza y la guerra los hace giles y resistentes; la rudeza de sus costumbres los hace belicosos y arteros en la lucha, irreductibles a la coaccin, aunque crdulos, ingenuos y fieles en el pacfico trato humano.

Sus costumbres y vida se acomodan a la continua milicia. Instalan sus poblados en las. Habitan en inmundas cabaas de abobe y piedras con techo de ramas, sin ms muebles que toscos bancos corridos donde se sientan de da y duermen de noche. Visten mantos sencillos, aunque muy adornados de broches, amuletos y abalorios. Lo que ms aprecian son sus armas y sus caballos. Muy pocos hombres de cada comunidad detentan toda la riqueza del poblado y la explotan por medio de esclavos que capturan en sus guerras.

La extrema pobreza de los dems hombres libres impulsa a muchos de ellos a hacerse bandoleros y vivir del robo o de la guerra. Se han habituado a este gnero de vida y a menudo desprecian los beneficios de la paz. Cada poblado combate al de al lado y cada tribu a la tribu vecina. Los diversos clanes tambin se hacen guerra entre ellos. Por esta causa mueren muchos hombres cada da, pero la poblacin aumenta constantemente, y con ella el hambre, pues las mujeres son grandes paridoras.

Como, por otra parte, el pas est infestado de bandoleros, puede decirse que los espaoles viven sobre las armas, pues por ellas han de adquirir lo que necesitan o forzosamente han de defenderlo. Estn persuadidos de que la muerte militar es la nica forma respetable de abandonar este mundo.

Con asombrosa ligereza se muestran dispuestos a darla o recibirla, pues en nada valoran la vida. Acuden a la lucha entonando roncos cantos guerreros y bailando al son de flautas y tubas. Tal gnero de vida los hace muy valiosos y capaces como mercenarios. En ninguna parte del mundo se hallan guerreros ms resistentes al prolongado esfuerzo. Estn habituados a trepar por los montes y a saltar entre las rocas con sus armas ligeras.

Entran en combate sin reflexin, desordenadamente, profiriendo sus gritos de guerra y agitando sus melenas y dando grandes saltos. Sus caballos son de fea estampa pero igualmente giles y duros. No sabrn tirar de un carro pero estn admirablemente entrenados para la guerra. Dicho esto, regreso al hilo de mi historia. Dos das antes de nuestra llegada a Cdiz una comisin de la ciudad sali a nuestro encuentro. La diriga Azarbal, un primo de Amlcar, de la rama sidonia de los Barca. Era todava joven, pero bajo y ventrudo.

En su rostro redondo y sudoroso brillaban dos ojillos sagaces. Mi padre y Azarbal se abrazaron y cada uno contempl el rostro del otro en silencio, derramando lgrimas por la pasada juventud, pues haca ms de treinta aos que no se vean. Azarbal destap una jarra y escanci espumoso vino hispano en su vaso de plata. Despus de derramar devotamente la parte de Tanit, se lo ofreci a mi padre. Brindaron por la vida mientras se ponan mutuamente al corriente de sus asuntos. Azarbal haba prosperado con la guerra de Sicilia.

Aprovechando su red comercial, que se extenda hasta las minas de plata de Oretania, haba adquirido gran cantidad de armas a las tribus de las montaas carpetanas cuy o hierro es tan excelente como el del Elba y las haba canalizado hacia Sicilia, junto con salazones, cordajes y otros productos no menos preciosos. A cambio de todo esto contentaba. Los rey ezuelos hispanos son muy aficionados al lujo y a los productos exticos, aunque no por eso dejan de vivir en miserables chozas que rechazara un esclavo en Cartago.

Sentado frente al fuego del campamento, con la copa de cincelada plata en las manos, entre sorbo y sorbo del especiado vino, Azarbal fue poniendo a mi padre al corriente de la situacin.

Tanit, rostro de Baal, se ha apiadado por fin de nosotros al enviarte, primo. Las cosas de aqu no pueden marchar peor. Cuando la rebelin de los mercenarios en Cartago, la Balanza retir las guarniciones de los castillos que vigilan el Guadalquivir. Puso en su lugar a los dudosos auxiliares turdetanos, con vagas promesas de pagarles soldadas. Pero, como el dinero no llegaba, se sublevaron, dieron muerte a los agentes consulares que haban sido lo suficientemente temerarios como para no retirarse a tiempo y saquearon y robaron todas las propiedades pnicas.

Despus formaron cuadrillas y bajaron hacia la costa, donde devastaron las factoras del garn. Todo se ha perdido: las salinas estn abandonadas, los embarcaderos podridos, las huertas han dejado de producir, el trigo escasea, la produccin de garn ha descendido a menos de la mitad. Una calamidad absoluta. Puede decirse que Cdiz vive de lo que ahorr en los aos de abundancia que precedieron al desastre, pero y a son muchos los que han tocado el fondo de sus bolsas y estn pensando en mudarse a las colonias de Marruecos.

Los escasos impuestos que recauda el consejo apenas alcanzan para mantener a doscientos turdetanos que nos son fieles todava, y que aunque dicen proteger la ciudad, lo cierto es que la esquilman con sus continuas exigencias.

Amlcar escuchaba reflexivamente, sorba de su vino y no deca nada. Aos despus me confi que en aquellos das estuvo tentado de abandonar la empresa y regresar a Cartago. Pero su indomable orgullo Barca se lo impidi. Aunque haba perdido la guerra de Sicilia, los romanos nunca lo haban derrotado.

Si se hubiese retirado de Hispania, la Balanza habra designado en su lugar a Gisco o a cualquier otro inepto familiar del Gran Consejo y esto hubiese sellado definitivamente la ruina de Cartago, pues una nueva guerra contra Roma era inevitable. Amlcar mantuvo siempre la ntima conviccin de que el conflicto entre Cartago y Roma slo poda saldarse con el completo aniquilamiento de una de las dos repblicas.

Slo estbamos viviendo una tregua necesaria para que cada bando recuperara fuerzas. Pero en aquellos das y o era un nio ajeno a estas preocupaciones que desvelaban a mi padre. Mi nica causa de desvelo era la ansiedad por llegar a Cdiz, cuy as maravillas oa relatar cada noche delante del fuego del campamento, de labios de algunos veteranos griegos y sicilianos que se jactaban.

Cdiz es una ciudad y es una isla. La isla es larga y estrecha como un fmur. Del lado que mira a tierra firme es casi recta, pero en el lado del mar se eleva y forma dos promontorios. En el ms ancho est la ciudad, en el otro el famoso santuario de Melcarte.

Los une una antigua calzada de piedra. La isla parece tendida delante de la costa espaola, a corta distancia de ella, separada tan slo por un brazo de mar que semeja ro. No os imaginis una colonia maloliente de podridas casuchas de paja habitadas por indolentes esclavos al servicio de sucios agentes consulares, tan slo obsesionados por sisar lo necesario para asegurarse una opulenta vejez en la metrpoli.

Cdiz es una ciudad tan bella como Cartago y sin duda la ms ilustre de Hispania. En sus limpias calles se alinean casas de hasta cuatro pisos de altura. Las ms ricas rematan en terrazas y en torres mirador cuy as vigas refulgen con brillantes colores. Contando el nmero de las torres puedes saber cuntos ilustres comerciantes habitan la ciudad, pues existe la costumbre de asomarse al mar desde los altos miradores para asistir a la entrada en puerto de las panzudas naves que regresan de frica o de la Mar Tenebrosa con sus cargas de estao y mbar, oro y marfil.

Hay palacios con jardines y estanques y oratorios callejeros en los que las bellas devotas queman incienso ante Tanit y se ungen de aceite los pechos desnudos. A nuestra llegada a Cdiz, Amlcar dej a Bomlcar al mando de la tropa y pas a la ciudad en cuy o espacioso embarcadero fondeaban, desde la vspera, las naves de Asdrbal.

Las autoridades acudieron a recibirnos. Eran siete ancianos cuy os graves semblantes apenas disimulaban la consternacin que produca la llegada del representante de la Balanza. Noplo, el joven y sagaz oficial contador, susurr al odo de m padre: Tiemblan como los administradores rapaces cuando el ausente amo aparece por la finca y exige los libros de cuentas.

Despus de la ceremonia de presentacin, nos agasajaron con un banquete en el que no faltaron bellas bailarinas y exquisito garn, los dos famosos productos gaditanos. No hay nada como la danza gaditana para alegrar el abatido corazn de un hombre. Al comps de la msica enervante, las hermosas muchachas semidesnudas ondulan muellemente sus aceitados cuerpos, adoptando provocativas actitudes.

Las bailarinas gaditanas estn habituadas a exhibir sus ms ntimos encantos y saben inquietar a los que las contemplan con slo agitar las firmes y atractivas caderas. Lascivas canciones, cuy a letra ruborizara a un mamporrero nmida, acompaan al dulce estremecimiento de la carne. Y todo ello se adoba con guios pcaros y provocativos gestos dirigidos a los espectadores ms jvenes. De vez en cuando las bailarinas discurren entre los comensales hurtndose a sus caricias y provocndolas con maliciosa sonrisa.

Entonces un aroma a blsamo y cinamomo se desprende de la ondulacin de sus. Cuando la comida iba mediada y los comensales daban muestras de estar algo borrachos, Azarbal se empe en oficiar de may ordomo, cargo que para l consista en increpar constantemente a los coperos y aburrir a los invitados con prolijas explicaciones acerca de la adecuada proporcin de agua que debe mezclarse con el vino.

En cuanto al famoso garn, lleg a la mesa en grandes tarros de vidrio. Azarbal dirigi su faramalla a los oficiales de Amlcar intentando ilustrarlos sobre las propiedades y virtudes del excelente aperitivo. Abrid los ojos, bravos mlites que emulis a Ares, y enjugad vuestras profundas fauces porque estis a punto de catar la verdadera y legtima ambrosa divina.

Este garn procede de m despensa particular, lo cual quiere decir que no lo encontraris mejor en Cdiz. Algunos gaditanos presentes, tambin fabricantes de garn, iniciaron un gesto de protesta, pero Azarbal los ignor y prosigui su discurso: Me preguntaris, por qu es garn de la mejor calidad? Os lo voy a decir: porque est elaborado a base de hocicos, paladares, intestinos, hipogastrios y gargantas de escogidos peces; a saber: atn, murena, escombro y htico esturin. Puedo jurar por las barbas de Melcarte que no he aadido fraudulentamente morralla alguna de peces pequeos, como hacen otros.

Al decir esto dirigi una malvola mirada a uno de los senadores presentes, tambin exportador de garn. El aludido sonri como s le dolieran las muelas y se removi intranquilo en su asiento. Azarbal apur su copa de un golpe, enjug su boca con el dorso de la mano y prosigui: Se deja en salmuera el tiempo necesario y la fermentacin natural, ese misterio divino, obra todo el prodigio.

Como en el vino o como en el oro. Este garn es tan excelente que puede mezclarse con todo: aceite, vino, agua, vinagre, lo que sea. Y adereza igualmente los platos de pescado, carne, fruta o verdura. Bebe y deja de aburrirnos lo interrumpi Cartaln, todava joven sargento de caballera pero y a consumado borracho, ponindole una mano en el hombro y obligndolo a sentarse.

La milicia no necesita filosofas. Y tomando un puado del garn ms espeso se lo embuti en la boca mientras los senadores gaditanos intercambiaban escandalizadas y reprobadoras miradas. El festn se prolong hasta la madrugada, pero Amlcar se excus y se retir mucho antes, llevndome con l. Maana hemos de subir al santuario de Melcarte para ofrecer el sacrificio propiciatorio.

Nos levantamos muy temprano, salimos de la ciudad y ascendimos a travs del bosque hasta la cima del promontorio sagrado. All arriba, en la ptrea y desarbolada meseta, se erige el santuario de Melcarte. No es un edificio imponente de mrmol y maderas preciosas pintado de vivos colores, al estilo de los templos griegos. Un muro bajo y circular, en el que se abren tres sencillas. En el centro de la circunferencia se alza una pequea construccin de piedra con tejado de losas, no may or que la humilde choza de un pastor.

All se venera el betilo sagrado. Es una gran piedra esfrica debajo de la cual se dice que estn sepultadas las cenizas de Melcarte. Delante de la capilla crece un aoso olivo cuy as ramas se reflejan en el agua de un carcomido estanque. El nivel desciende con la marea alta y sube con la baja, cosa maravillosa y difcil de creer, pero cierta. En el recinto existe otro rbol, de una especie desconocida, cuy as hojas tienen forma de espada.

Si se le corta una rama, el mun exuda leche; si una raz, sangre. Sali a recibirnos el viejo sacerdote que estaba a cargo del fuego perpetuo. Vesta una sencilla tnica de lino, andaba descalzo y llevaba la cabeza rapada. Salud afectuosamente a Amlcar y me hizo el signo de Melcarte en la frente.

Azarbal le entreg un odre de sangre con el que reg concienzudamente la superficie del pequeo altar franqueado por dos columnas de bronce que existe a la entrada de la capilla. Luego recit una salmodia ininteligible y, tomando un tizn del fuego, encendi los dos pebeteros que pendan de las columnas de bronce. Inmediatamente percibimos el intenso perfume del incienso.

La humareda ahuy ent las moscas que haban acudido a la sangre vertida. Repar en que todo el suelo estaba como nevado de plumn de paloma. Dos esclavos acercaron el ternero sacrificial. Con profesional destreza, el sacerdote at las tres patas del animal y ay udado por todos los presentes lo coloc sobre el altar.

Hurg brevemente en la papada en busca de las palpitaciones de la arteria y cuando la hubo encontrado hiri en aquel punto con su pequeo cuchillo de piedra. El potente chorro de sangre rebot contra el altar y se desliz por las acanaladuras espirales de las columnas de bronce. El augurio es excelente, a juzgar por la fuerza y la distancia cuchiche Azarbal, aupndose hasta el odo de mi padre.

El sacerdote, que sostena la vctima en sus estertores agnicos con una especie de ternura, dirigi una severa mirada al que hablaba, imponiendo silencio. Recitaba entre dientes las sagradas frmulas propiciatorias. Cuando el ternero hubo expulsado la vida, le extrajeron el hgado. Amlcar se adelant y pos su mano derecha sobre la vscera humeante que el sacerdote le presentaba.

Melcarte en los que humildemente servimos a Tanit y a Baal recit. Prosperidad y juicio para Cartago y para los Barca. No nos apartes de tu rostro y concdenos el galardn de restaurar la justicia. Que nuestra mano castigue la perfidia de Roma que jur en tu nombre tratados que ahora vulnera. Dicho esto, Amlcar se volvi y me llam a su lado. Quieres jurar t tambin, Anbal?

S, padre. Repet las palabras que Amlcar me iba apuntando mientras notaba, debajo de la mano, las tibias palpitaciones del hgado sangrante. Luego nos lavamos las. Regresa maana y cuntame lo que soars esta noche dijo el sacerdote a mi padre cuando nos despedimos.

Aquella noche Amlcar tuvo un sueo. Montaba un caballo blanco desconocido de regreso de una partida de caza en la que haba cobrado un jabal gigantesco. Al descabalgar, el caballo se iba derecho a un manantial que se desprenda de una pea, abrev en l y comi cebada en un pesebre de plata que junto al manantial estaba.

El sacerdote hizo la siguiente interpretacin: el jabal es el animal protector de los carpetanos. Eso quiere decir que los derrotars y cautivars. El caballo blanco simboliza a Cartago y a Baal, bajo cuy a tutela ascenders hasta las fuentes de los ros de Hispania, ms all de donde jams osaron llegar los cartagineses, a las mismas venas de la plata.

Eso es lo que representa el pesebre. La cebada que come el caballo, sin mezcla de paja, significa la prosperidad de Cartago que ests llamado a renovar. En los das que siguieron mi padre trabaj intensamente para averiguar la verdadera situacin de los pnicos en Hispania. Indag entre los agentes consulares, amenaz a los que respondan evasivamente y acab descubriendo que la situacin de la colonia no era tan desastrosa como sus muncipes haban hecho creer a la Balanza. Era cierto que y a no se controlaba la va de la plata y que, debido a los nuevos intermediarios surgidos entre los rey ezuelos indgenas, las ganancias haban mermado considerablemente.

Pero, en cualquier caso, los productos continuaban llegando a Cdiz. Los agentes consulares haban urdido el engao: enviaban informes falsos a sus compaas y se embolsaban ms de la mitad de las ganancias en lugar del veinte por ciento que marca la ley.

Y llega el campo de Zama. Entre otras cosas porque nadie puede sujetar un escudo que pesa varios kilos mientras golpea con una espada durante horas y horas.

Sospecho incluso que ya una hora era mucho. Tal vez sus hombres descansaron tanto como los romanos. Por otro lado, das a entender que lo que no te gusta es lo sucedido en esa parte de la Historia. Ya que alguno pudiera esta influenciado por la propagranda romana.

Mi personaje favorito en estas batallas es Anibal, sin genero de dudas, pero ni tuvo apoyo desde Cartago, ni lo supo pudo rematar en Italia. Un abrazo y felices fiestas. La obra me ha parecido estupenda. Nada hombre, no te preocupes. A lo mejor, por eso merecieron ese destino. No quiero que me cuenten la historia, su historia, para simplemente repetirla: quiero que me den elementos para reflexionarla, para sacar mis propias conclusiones. Es cierto, amigo Koenig, que el distanciamiento no garantiza la imparcialidad.

Y el que no pagaba, al mercado de esclavos. Siento no poder ayudarte en tus dudas. Un saludo. Adonde nos lleva esto. Pues supongo que en Roma, en el Siglo I aC. Por ahora tendremos que conformarnos con la perspectiva de los hechos que ofrecieron unos romanos interesados en quedar bien con quien les pagaba. Pero, al igual que cualquier otra novela, no creo que puedan usarse como fuente.

En dos sentidos. En segundo lugar, y lo mas importante, porque un novelista tiene todo el derecho del mundo a enamorarse de su personaje, a otorgarle una serie de virtudes y a adornarle una serie de acciones para convertirlo en un modelo positivo de persona.

A fin de cuentas, es el novelista. Eran precisamente el tipo de gente que, de haber sido romanos, hubieran mandado al pueblo a luchar para enriquecerse.

Junto a un gobernador romano, y una guardia romana, el resto de la provincia la siguieron gobernando los mismo jefes locales, aunque ahora integrados dentro del mundo romano. Aunque romanizaran sus nombres. Y con respecto a los parones en las batallas. Hablaba antes del cansancio. Mucho menos en masa. El resultado hubiera sido un inmenso desorden.



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